No menos de 10 millones de personas en el llamado Cuerno de África afrontan la peor época de verano en 60 años y cerca de medio millón de niños están en riesgo inminente de morir por desnutrición ante la escasez de alimentos. La inestabilidad política en el "Continente Negro" desestimula la ayuda internacional y agrava lo que ya es una catástrofe humanitaria.
Las consecuencias son devastadoras: medio millón de niños están en riesgo inminente de morir por desnutrición, la escasez de alimentos es progresiva y la inestabilidad política de la región ahuyenta la ayuda internacional.
La crítica situación climática ha provocado daños más devastadores que la histórica guerra tribal en la que ha permanecido el Continente Negro , porque los gobiernos de Somalia, Kenia, Etiopía y Yibuti, en vez de asistir humanitariamente a los millones de damnificados, han salido a vender las tierras más fértiles a los países árabes más ricos que, a su vez, buscan mitigar los efectos de las duras protestas contra los regímenes dictatoriales.
El éxodo en el llamado Cuerno de África alcanza cifras diarias de 1.300 personas, la mayoría hacia Kenia, donde los organismos internacionales de asistencia ya advierten de una catástrofe humanitaria si no se adoptan medidas extraordinarias que impidan la salida de quienes, precisamente, cultivan la tierra en África.
Los pequeños sistemas de producción agrícola han sido abandonados por los cultivadores africanos y eso ha contribuido a que la especulación con los precios de los alimentos, en manos de los países ricos y los intermediarios del mercado, agraven la situación de subsistencia. Los altos precios del petróleo, consecuencia de la inestabilidad política en el norte de África y buena parte de Oriente Medio, se confabulan para crear más incertidumbre.
A los lacónicos llamados del Programa Mundial de Alimentos, la FAO y Unicef, para evitar una hambruna peor, se sumaron ayer las peticiones del primer ministro británico, David Cameron, para crear un fondo, otro de tantos que ya existen, de ayuda para África, ante la caótica previsión de que lo peor está por venir.
La prioridad, según Cameron, es poder llevar alimentos y agua a no menos de dos millones de niños en estado de desnutrición severa. La ONU fijó en cerca de 500 millones de dólares la ayuda que se necesita para mitigar los efectos de la sequía en lo que resta del año, pero pocos han atendido el llamado.
La inestabilidad política y la endémica guerra que mantienen varios países del continente no alientan el deseo de cooperación internacional, pues muchos recursos donados para fines similares se han perdido entre la corrupción y el armamentismo, enfermedades propias de gobiernos autoritarios y déspotas, que sólo están preparados para responder en lo militar, pero no en lo social.
Para el próximo 25 de julio está prevista una reunión extraordinaria en Roma, donde los países industrializados revisarán los compromisos con África y la creciente ola de especulación con los precios de los alimentos.
Una cita propicia para recodarles lo que alguna vez dijo el exrelator de la ONU, Jean Ziegler: "cada niño que muere de hambre, es un niño asesinado". En África hay medio millón en riesgo.
El éxodo en el llamado Cuerno de África alcanza cifras diarias de 1.300 personas, la mayoría hacia Kenia, donde los organismos internacionales de asistencia ya advierten de una catástrofe humanitaria si no se adoptan medidas extraordinarias que impidan la salida de quienes, precisamente, cultivan la tierra en África.
Los pequeños sistemas de producción agrícola han sido abandonados por los cultivadores africanos y eso ha contribuido a que la especulación con los precios de los alimentos, en manos de los países ricos y los intermediarios del mercado, agraven la situación de subsistencia. Los altos precios del petróleo, consecuencia de la inestabilidad política en el norte de África y buena parte de Oriente Medio, se confabulan para crear más incertidumbre.
A los lacónicos llamados del Programa Mundial de Alimentos, la FAO y Unicef, para evitar una hambruna peor, se sumaron ayer las peticiones del primer ministro británico, David Cameron, para crear un fondo, otro de tantos que ya existen, de ayuda para África, ante la caótica previsión de que lo peor está por venir.
La prioridad, según Cameron, es poder llevar alimentos y agua a no menos de dos millones de niños en estado de desnutrición severa. La ONU fijó en cerca de 500 millones de dólares la ayuda que se necesita para mitigar los efectos de la sequía en lo que resta del año, pero pocos han atendido el llamado.
La inestabilidad política y la endémica guerra que mantienen varios países del continente no alientan el deseo de cooperación internacional, pues muchos recursos donados para fines similares se han perdido entre la corrupción y el armamentismo, enfermedades propias de gobiernos autoritarios y déspotas, que sólo están preparados para responder en lo militar, pero no en lo social.
Para el próximo 25 de julio está prevista una reunión extraordinaria en Roma, donde los países industrializados revisarán los compromisos con África y la creciente ola de especulación con los precios de los alimentos.
Una cita propicia para recodarles lo que alguna vez dijo el exrelator de la ONU, Jean Ziegler: "cada niño que muere de hambre, es un niño asesinado". En África hay medio millón en riesgo.
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